Las aguas minero-medicinales y del mar han formado parte de la terapéutica dermatológica en todos los tiempos y lugares. En tiempos prebíblicos, el mar Muerto ya adquirió fama como centro terapéutico para las enfermedades de la piel; en la antigua Grecia, Hipócrates utilizaba baños de agua con sales para tratar inflamaciones crónicas de la piel; en Japón se utilizan aguas de determinados manantiales, desde hace más de 1.000 años, para tratar problemas dermatológicos; y en Europa, las aguas minero-medicinales y marinas han sido los principales remedios en el tratamiento de las enfermedades cutáneas durante el siglo XIX, y principios del XX.
La especialización médica de los balnearios europeos y de Israel ha llevado a que diversos centros termales hayan alcanzado prestigio internacional en el tratamiento de las enfermedades dermatológicas. Fuera de nuestras fronteras destacan algunos balnearios franceses, en los que se tratan anualmente 20.000 pacientes, de los cuales 1/3 son niños, y las clínicas del mar Muerto, con alrededor de 10.000 pacientes cada año.
A ellos, además de a otros balnearios europeos y japoneses, debemos una gran parte de los trabajos publicados actualmente en revistas especializadas. Además de estos centros termales más importantes, algunos como el nuestro, que es referencia en el tratamiento de afecciones de piel en España, realizan desde hace más de un siglo tratamientos dermatológicos con resultados muy positivos.
Al igual que en otros grupos de enfermedades con indicación termal, desde hace aproximadamente 15 años, se han comenzado a realizar nuevos estudios básicos y clínicos renovando los trabajos realizados previamente, adaptándolos a la metodología actual. Los trabajos actuales de investigación en dermatología termal tienen por objetivos:
- Evaluar los efectos de la terapia termal mediante ensayos clínicos.
- Identificar las propiedades específicas de cada agua termal y sus efectos in vitro e in vivo.
- Demostrar un eventual interés terapéutico de la incorporación de agua termal y barros en los productos de dermocosmética.
Estos estudios han permitido elaborar una lista de evidencias que confirman la capacidad de las aguas minero-medicinales y determinados barros para mejorar diversas enfermedades de la piel. Y así, a pesar de la disponibilidad actual de sofisticados tratamientos inmunosupresores y anticitocinas, el tratamiento balneario se sigue utilizando de una manera sistemática en determinadas dermatosis, ya que las propiedades detergentes, antiinflamatorias, ueratoplásticas y antipruriginosas de determinadas aguas minerales son bien conocidas.
Las enfermedades dermatológicas que habitualmente se tratan con balneoterapia con elevado porcentaje de éxito son el eccema y la psoriasis, además de la ictiosis, liquen plano, prurito, quemaduras y en cicatrización de heridas. El tratamiento termal es seguro, efectivo y agradable para el paciente, además de no tener efectos secundarios durante ni después del tratamiento.
La dermatología actual se caracteriza por una importante utilización del agua sobre la piel con diversos fines. La hidratación de la piel afecta al curso de diversas enfermedades dermatológicas, y el agua se utiliza en el tratamiento para hidratar, limpiar y refrescar los tejidos, así como para vehiculizar principios activos. La terapéutica termal dermatológica se distingue, ante todo, por una intensificación de las prácticas hidroterápicas que se efectúan habitualmente en el tratamiento de las afecciones dermatológicas.
En los últimos años, el número creciente de estudios que avalan la eficacia de las aguas minerales y los barros sobre diferentes alteraciones dermatológicas ha llevado a la comercialización del agua minero-medicinal bajo forma de spray y, sobre todo, a la elaboración de productos dermocosméticos formulados con agua termal o barros que, de venta en farmacias, permiten su utilización domiciliaria tanto en pacientes con enfermedades cutáneas como en diversas alteraciones de la piel y para fotoprotección.
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